He encontrado un párrafo que desde ayer por la noche le he dado vueltas y vueltas:
-¿Todos malos, entonces? ¿también Jesús?
-¡Ah, no! Jesús es la única prueba de que por lo menos nosotros los hombres sabemos ser buenos. La verdad, no estoy seguro de que Jesús fuera hijo de Dios, porque no logro explicarme francamente como pudo nacer semejante trozo de pan de un padre tan malo. No estoy ni siquiera seguro de que Jesús existiera de verdad. Quizá lo inventamos nosotros, pero precisamente este es el milagro, que se nos haya ocurrido una idea tan bonita. O quizá existió, era el mejor de todos, y decía que era hijo de Dios por su buen corazón, para convencernos de que Dios era bueno. Pero si te lees bien el evangelio, te percatas de que también el, al final, se había dado cuenta de que Dios era malo: se asusta en el huerto de los olivos y pide que aleje de el ese cáliz, pero, tate, Dios no lo escucha; grita en la cruz padre mio porque me has abandonado y, tate, Dios estaba mirando hacia el otro lado. Claro que Jesús nos ha enseñado que puede hacer un hombre para enderezar la maldad de Dios. Si Dios es malo, intentemos ser buenos por lo menos nosotros, intentemos perdonarnos los unos a los otros, no hacernos daño, curar a los enfermos y no vengarnos de las ofensas. Ayudemonos entre nosotros, dado que ese no nos ayuda. ¿Entiendes lo grande que fue la idea de Jesús? Y lo que se fastidiaria Dios. Jesús ha sido el único amigo que tenemos nosotros, pobres hijos de Dios.
Lo anterior es de "La misteriosa llama de la reina Loana" / Umberto Eco / pags. 382-383.